miércoles, 7 de noviembre de 2012

No hay grandeza en un final que se alarga lentamente, asfixiado por el paso del tiempo.

Poco a poco, reconozco las infinitas caras de nuestro peor amigo, el más amable de los asesinos, el más inexorable de los acompañantes.
Esta es mi declaración de intención:
Yo quiero morir en tiempo

martes, 6 de noviembre de 2012

Arena

El tiempo.
Irrefrenable. Eternamente efímero.
Circular.
El tiempo es el verdadero constructor. El transformador. El destructor. Cíclico, periódico, irrepetible.
Único. Tiempo que muere en el momento en que lo piensas.
Todas las cosas suceden al mismo tiempo. Un tiempo que nunca es igual.
Tiempo simultáneo, anacrónico, insoportablemente inabarcable.
El centro de todas esas cosas que se suceden, como ese niño y ese gato que corren juntos, y ese mismo niño con ese mismo gato cayendo por una grieta (abierta casi en el instante de cerrarse) es el tiempo. Un tiempo que no podemos medir.
Nuestro falso tiempo. Nuestra falsa cadencia.
El tiempo transcurre. Transcurre desde su origen.
El tiempo, basado en su propia atemporalidad.




¿...quién rige al tiempo?