
Esta mañana, mi habitación era cenizas
en una madrugada azul y gris.
Y la luz fría de un otoño invernal
jugaba a no entrar por mi ventana;
yo tenía miedo de abrir los ojos y llorar,
de ver tu piel
teñida dulcemente de penumbra,
y llorar entre tus brazos aún dormidos.
Asustada
de seguir soñando,
aún estando despierta.