Ese roce imperceptible, esa imparable caricia de la vida que hace temblar al universo... ¡Renace! '¡Renace en ti, en todas esas cosas que tú eres, y déjate ser el mundo, el trueno, la chispa, el bello ser humano que nunca dejaste de ser!
Océanos y destrucción
De la destrucción nace el amor; un amor incongruente, inconsistente e incoherente, como las formas que dibujan las sábanas cuando la cama queda deshecha, con la guitarra abandonada encima. Y de esas cuerdas surge una desesperación continuada, una resignada agonía que lleva al dolor y al placer, al éxtasis de una emoción muda y casi sorda, a un orgasmo de humos e ilusión que llevan al fracaso innato. Y sólo quede el escribir, el gritar silencios violentos, el amar huecos vacíos en la cama que deberías llenar tú,
-que te volviste princesa de noche,
el ansiar la muerte de una distancia que se extiende no sobre la tierra, sino dentro de mi cabeza; contemplar la absurda creación, gritar hasta hacerla añicos y anhelar
-si, amar, de pasión y monstruos de belleza sublime, de ideas y días-
la destrucción nacida del amor.
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