lunes, 28 de junio de 2010

Atrás

El cielo está teñido de gris ciudad.
Caminando sobre cemento duro,
echo de menos el polvo del camino.
Cuantas cosas perdí sin darme cuenta.
Hay oros que no brillan, y hay trigos
que poseen el dorado del sol.
Perdí mi voz de pájaro cantor al salir el sol,
de viento entre las hojas de los árboles.
Qué no daría yo por ser el grillo de la noche,
por ser el gorrión de la mañana que despierta mi corazón.
Mis montañas son ahora de acero y cristal.
Ya no hay aves que las habiten,
solo mentes de humo y pensamientos prefabricados.
No queda eco que repita mis gritos de indiferencia.
Qué quedará de la colina verde, de la aliaga y del espliego; de la tierra roja y la vid de hojas de otoño… no lo sé.
Llueve amargura de las nubes de tormenta,
y arrastra todo brote nuevo en una conciencia marchita.
Ya no hay arroyos que limpien la corteza seca de mi corazón.
No sabemos cómo, no sabemos dónde, no sabemos por qué… no sabemos vivir.

Pero tal vez aún queden flores en el almendro seco.

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