martes, 28 de agosto de 2012

Toki ni ai wa

Pero, me diréis, ¿de qué sirve arrepentirse?
Arrepentirse es rehacer el pasado en tu propia cabeza; reconstruir, pintar, destruir y volver a montar los recuerdos de una situación, de una decisión, de una acción. Arrepentirse es cambiar el mundo a la carta, en un espacio tan limitado como es nuestra imaginación; arrepentirse es joderse noche tras noche, momento a momento, canción a canción. Arrepentirse es llorar por cosas por las que en su momento decidimos que no teníamos por qué llorar; es quemarse en el mismo recuerdo una y otra vez, es no permitirse olvidar esas palabras, esos gestos, ese olor, ese tacto. Arrepentirse es no perdonarse, es odiarte, es no-dejar-de; es caerse en los momentos de debilidad, es hundirse en la mierda cuando se está triste, es querer salir corriendo hacia atrás. Arrepentirse es olvidar lo que nos hizo decidir, es descartar lo malo y sobreponer lo que nos mantenía felices. Arrepentirse es quedarse un día de lluvia en nuestra mente, es doler y dolerse. Arrepentirse es dejar un hueco y no permitir que sea cubierto. Arrepentirse eres tú, es yo, somos nosotros; un continuo "y si", un perpetuo "si fueras", un eterno y jodidamente doloroso "si no hubiera..."


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