Una luna brillante. Una luz cálida. Mis manos otra vez sobre la mesa, sobre el papel, presas del peor de los pánicos. La imaginación agarrota los dedos.
Ya no hay lobo, ya no hay gato pardo, ya no hay niña triste, ya no hay poeta suicida. Quedo yo, tan desnuda como vestida. Mi razón depende del sol. La decadencia del atardecer, el resurgir despeinado del amanecer. La inquietud. La inocencia. La autodestrucción consentida, deseada, compasiva.
El abismo es poco profundo.
Y yo me vendo los ojos, y me sumerjo con oxígeno. Lástima. No me gustan los monstruos del fondo.
Sólo consiento el escuchar. El roce de sus brazos. Esa intuición, tan inquietante, de estar siendo observada, criticada, desmenuzada.
Por mi propio interior. Por, y en él.
Ooh! Sin palabras *-* Me encanta cómo escribes :) Sigue así!
ResponderEliminarUn abrazo :3
Me alegra que te guste! Seguiré mientras quede inspiración
ResponderEliminarUn besabrazo!