Eh, cuánto tiempo. ¿Qué tal, Bestia?
Casi te había echado de menos. Si, si, ya sabes; los que se odian, se aman. Y qué amor, el nuestro. Pues yo soy tú, y tanto me odias que sin mi no vives.
Y es tal mi odio, que ya no es siquiera odio, sino un amor profundo y sincero. Porque, ¿qué podemos hacer sino amarnos, sino cometer por nosotros mismos todas esas locuras que hacemos cuando estamos enamorados?
Estamos locos por nosotros mismos. Tanto que incluso nos mantenemos con vida cada día, cada minuto, cada micra de segundo. Nos amamos hasta rozar lo indecente, Bestia, ¿no es cierto? Porque yo te amo, y tu me amas.
Y al amarnos tal y como nos odiamos, nos haremos ser mejores. Porque si nosotras dos nos odiamos, y ese odio es amor... imagínate al mundo, que no odiamos, sino que amamos. Amamos al mundo como la vida, como la dulce belleza de todas las cosas que se odian y se aman, a veces sin saberlo, y a veces sin que nosotras lo sepamos.
Te quiero, Bestia. Te quiero, no sé si por voluntad propia o por instinto, pero te quiero.
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