La suavidad se puede tocar. Mi piel, tu piel, caricias lentas; luz rojiza que se cuela por la ventana anunciando que llega la noche. No hay recuerdos, no hay días que estén por llegar. El otoño se lleva mi razón y la tuya, nos deja la conciencia y la respiración agitada como el corazón. Calma. Mis gestos, mis roces, te estremeces con cada uno de mis movimientos, mis besos te hacen cerrar los ojos con fuerza. Imagino, fugaz instante, que mañana amanecerás dormida entre mis brazos. Aqui, a tu lado, a mi lado, en este instante, te prometo ser feliz. Mañana...
http://midentro.blogspot.com/2010/09/fantasia-igual-y-opuesta-nana-titulos.html
Ese roce imperceptible, esa imparable caricia de la vida que hace temblar al universo... ¡Renace! '¡Renace en ti, en todas esas cosas que tú eres, y déjate ser el mundo, el trueno, la chispa, el bello ser humano que nunca dejaste de ser!
viernes, 3 de septiembre de 2010
sábado, 28 de agosto de 2010
Vaya, curiosa contradicción
Trastorno | Grado |
---|---|
Paranoide | BAJO |
Esquizoide | BAJO |
Esquizotipico | BAJO |
Histrionico | BAJO |
Antisocial | BAJO |
Narcisista | BAJO |
Limite | MODERADO |
Obsesivo | BAJO |
Dependiente | BAJO |
Evitador | ALTO |
Los trastornos de evitador y limite son opuestos.
¿Soy contradictoria?
domingo, 15 de agosto de 2010
Quiero
Quiero ser una niña eterna, para seguir sorprendiéndome con las cosas más pequeñas. Quiero no perder de vista el suelo y al mismo tiempo ser capaz de mirar al cielo; vivir en el mundo de los sueños completamente consciente, hacer que mi vida se convierta en sueño. Quiero poder sonreírle a todas y cada una de las cosas con inocencia; quiero poder mirar sin tabúes, decir te quiero sin que signifique nada más que eso. Quiero llorar y luego olvidar, echar de menos sin tener que ocultarlo.
Quiero quitarme de encima esta estúpida máscara y por fin ver cómo soy; sin prohibiciones absurdas ni leyes sobre mi forma de ser.
Quiero... y no sé si no puedo.
Quiero quitarme de encima esta estúpida máscara y por fin ver cómo soy; sin prohibiciones absurdas ni leyes sobre mi forma de ser.
Quiero... y no sé si no puedo.
jueves, 5 de agosto de 2010
Lune
Y la echo de menos.
Le sonreíste a mi oscuridad sin que yo hubiese movido un dedo; sin que yo hubiese cambiado. He comprendido que, aunque poco comparada con mis obsesiones, yo también puedo brillar; pero estoy tan atrapada que no puedo. Sólo un poco más...
He herido y destrozado mi más profundo anhelo. Y he hecho daño, una vez más, con la cabeza fría y esbozando un plan perfecto. Aunque no me sienta idiota, sé que lo soy.
Sólo una vez más, te lo prometo. Sólo lo haré una vez más.
Ayer se escuchó terminar la Sonata del Claro de Luna.
Y ya la echo de menos.
Le sonreíste a mi oscuridad sin que yo hubiese movido un dedo; sin que yo hubiese cambiado. He comprendido que, aunque poco comparada con mis obsesiones, yo también puedo brillar; pero estoy tan atrapada que no puedo. Sólo un poco más...
He herido y destrozado mi más profundo anhelo. Y he hecho daño, una vez más, con la cabeza fría y esbozando un plan perfecto. Aunque no me sienta idiota, sé que lo soy.
Sólo una vez más, te lo prometo. Sólo lo haré una vez más.
Ayer se escuchó terminar la Sonata del Claro de Luna.
Y ya la echo de menos.
miércoles, 7 de julio de 2010
Plus petits plaisirs
-Hacer equilibrios en el bordillo
-Subirse a un árbol
-Tirarse a una poza de agua helada
-Salir de la poza de agua helada y frotarse con la toalla
-Pescar renacuajos y devolverlos al río
-Beber agua después de caminar por una pista polvorienta
-Un escalofrío
-Las cosquillas
-Subirse a un árbol
-Tirarse a una poza de agua helada
-Salir de la poza de agua helada y frotarse con la toalla
-Pescar renacuajos y devolverlos al río
-Beber agua después de caminar por una pista polvorienta
-Un escalofrío
-Las cosquillas
viernes, 2 de julio de 2010
Desconocidas
Es confuso, ¿no?
Cuando no sabes lo que sientes, a eso me refiero. Cuesta reconocer los síntomas.
Desvías la mirada cuando vuestros ojos se encuentran; te da por pensar, algo avergonzada, en si se habrá percatado de tus constantes vistazos a su cuerpo.
Conoces sus hábitos, sabes cuánto azúcar lleva su café y con que pie golpea el suelo cuando tiene prisa o está nerviosa.
Te escondes detrás de un mechón de flequillo negro y te emocionas al ver que se ha sentado delante de ti, mientras ella mira distraída por la ventana y se lleva el vaso a los labios.
Sabes que tiene mal genio, porque una vez le dio un buen pisotón a un abusón que casi la estaba aplastando; y piensas que le gustan las rosas ya que una vez entró por la puerta con una entre los dientes. Recuerdas que ese día se puso a bailar tango sola, en el pasillo, y te dieron ganas de ponerte el sombrero negro que llevabas en la mano y ser su pareja de baile.
Has descubierto que le gustan las canciones de Yann Tiersen gracias a una rápida ojeada a los títulos de las canciones de su mp4; y te ha sorprendido el hecho de que a ti también te gustan.
No te gusta pensar que es sólo coincidencia el que te haya sonreído al bajar, o el tono suave de su voz al saludarte hace una semana.
Procuras siempre (discretamente) estar en su campo de visión, a pesar de la vergüenza que te da; es instintivo, no puede evitarlo.
Tienes miedo de que descubra algo malo de ti o de que no le gusten las cosas que haces; incluso te vistes más o menos con el mismo estilo, aunque eso no lo has cambiado apenas. A las dos os gustan las camisas, o eso parece.
Te sientes incómoda cuando os quedáis a solas, y al mismo tiempo no deseas que ese momento se pase; cuando alguien entra, agachas la cabeza con rapidez y le deseas al recién llegado que se le caiga el pelo en el transcurso de la siguiente semana.
Conoces cada detalle de su piel (la que deja a la vista); sabes que tiene un tono cobrizo, y que el color natural de su pelo es castaño, aunque ahora lo lleve negro con mechas rojas. Por alguna inexplicable razón te ha empezado a gustar la idea de tener un tatuaje en forma de rosa en el hombro, nadie sabe por qué.
Tu mayor afición es observar los edificios a través de la ventana entre mirada y mirada que le diriges, mientras ella lee un libro con pinta de ser interesante (por lo menos, más que tú); pasas las canciones como una autómata, sin darte cuenta de cual es la que buscas. Al menos hasta que la encuentras, y entonces pierdes la consciencia de lo que te rodea y dejas de pensar.
Si, es confuso. Porque, después de todo, solo sois dos desconocidas que viajan en el mismo tren por las mañanas.
—Llámame esta tarde—le dijo la joven de mechas rojas, dándole un número de móvil apuntado en una página del libro. Sin perder la misteriosa sonrisa, le dedicó unos pasos de tango antes de bajar del tren.
La otra chica se quedó mirando la puerta con aire ausente. De repente sonrió, y le brillaron los ojos con aire pícaro.
Porque son nada menos que dos desconocidas que viajan en el mismo tren cada mañana. Nadie debe poner condición alguna para que las cosas surjan.
Cuando no sabes lo que sientes, a eso me refiero. Cuesta reconocer los síntomas.
Desvías la mirada cuando vuestros ojos se encuentran; te da por pensar, algo avergonzada, en si se habrá percatado de tus constantes vistazos a su cuerpo.
Conoces sus hábitos, sabes cuánto azúcar lleva su café y con que pie golpea el suelo cuando tiene prisa o está nerviosa.
Te escondes detrás de un mechón de flequillo negro y te emocionas al ver que se ha sentado delante de ti, mientras ella mira distraída por la ventana y se lleva el vaso a los labios.
Sabes que tiene mal genio, porque una vez le dio un buen pisotón a un abusón que casi la estaba aplastando; y piensas que le gustan las rosas ya que una vez entró por la puerta con una entre los dientes. Recuerdas que ese día se puso a bailar tango sola, en el pasillo, y te dieron ganas de ponerte el sombrero negro que llevabas en la mano y ser su pareja de baile.
Has descubierto que le gustan las canciones de Yann Tiersen gracias a una rápida ojeada a los títulos de las canciones de su mp4; y te ha sorprendido el hecho de que a ti también te gustan.
No te gusta pensar que es sólo coincidencia el que te haya sonreído al bajar, o el tono suave de su voz al saludarte hace una semana.
Procuras siempre (discretamente) estar en su campo de visión, a pesar de la vergüenza que te da; es instintivo, no puede evitarlo.
Tienes miedo de que descubra algo malo de ti o de que no le gusten las cosas que haces; incluso te vistes más o menos con el mismo estilo, aunque eso no lo has cambiado apenas. A las dos os gustan las camisas, o eso parece.
Te sientes incómoda cuando os quedáis a solas, y al mismo tiempo no deseas que ese momento se pase; cuando alguien entra, agachas la cabeza con rapidez y le deseas al recién llegado que se le caiga el pelo en el transcurso de la siguiente semana.
Conoces cada detalle de su piel (la que deja a la vista); sabes que tiene un tono cobrizo, y que el color natural de su pelo es castaño, aunque ahora lo lleve negro con mechas rojas. Por alguna inexplicable razón te ha empezado a gustar la idea de tener un tatuaje en forma de rosa en el hombro, nadie sabe por qué.
Tu mayor afición es observar los edificios a través de la ventana entre mirada y mirada que le diriges, mientras ella lee un libro con pinta de ser interesante (por lo menos, más que tú); pasas las canciones como una autómata, sin darte cuenta de cual es la que buscas. Al menos hasta que la encuentras, y entonces pierdes la consciencia de lo que te rodea y dejas de pensar.
Si, es confuso. Porque, después de todo, solo sois dos desconocidas que viajan en el mismo tren por las mañanas.
—Llámame esta tarde—le dijo la joven de mechas rojas, dándole un número de móvil apuntado en una página del libro. Sin perder la misteriosa sonrisa, le dedicó unos pasos de tango antes de bajar del tren.
La otra chica se quedó mirando la puerta con aire ausente. De repente sonrió, y le brillaron los ojos con aire pícaro.
Porque son nada menos que dos desconocidas que viajan en el mismo tren cada mañana. Nadie debe poner condición alguna para que las cosas surjan.
lunes, 28 de junio de 2010
Atrás
El cielo está teñido de gris ciudad.
Caminando sobre cemento duro,
echo de menos el polvo del camino.
Cuantas cosas perdí sin darme cuenta.
Hay oros que no brillan, y hay trigos
que poseen el dorado del sol.
Perdí mi voz de pájaro cantor al salir el sol,
de viento entre las hojas de los árboles.
Qué no daría yo por ser el grillo de la noche,
por ser el gorrión de la mañana que despierta mi corazón.
Mis montañas son ahora de acero y cristal.
Ya no hay aves que las habiten,
solo mentes de humo y pensamientos prefabricados.
No queda eco que repita mis gritos de indiferencia.
Qué quedará de la colina verde, de la aliaga y del espliego; de la tierra roja y la vid de hojas de otoño… no lo sé.
Llueve amargura de las nubes de tormenta,
y arrastra todo brote nuevo en una conciencia marchita.
Ya no hay arroyos que limpien la corteza seca de mi corazón.
No sabemos cómo, no sabemos dónde, no sabemos por qué… no sabemos vivir.
Pero tal vez aún queden flores en el almendro seco.
Caminando sobre cemento duro,
echo de menos el polvo del camino.
Cuantas cosas perdí sin darme cuenta.
Hay oros que no brillan, y hay trigos
que poseen el dorado del sol.
Perdí mi voz de pájaro cantor al salir el sol,
de viento entre las hojas de los árboles.
Qué no daría yo por ser el grillo de la noche,
por ser el gorrión de la mañana que despierta mi corazón.
Mis montañas son ahora de acero y cristal.
Ya no hay aves que las habiten,
solo mentes de humo y pensamientos prefabricados.
No queda eco que repita mis gritos de indiferencia.
Qué quedará de la colina verde, de la aliaga y del espliego; de la tierra roja y la vid de hojas de otoño… no lo sé.
Llueve amargura de las nubes de tormenta,
y arrastra todo brote nuevo en una conciencia marchita.
Ya no hay arroyos que limpien la corteza seca de mi corazón.
No sabemos cómo, no sabemos dónde, no sabemos por qué… no sabemos vivir.
Pero tal vez aún queden flores en el almendro seco.
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