No duran más que un suspiro, pero están ahi. Ligeros, invisibles. Fugaces, como amores de verano; como días de nieve en invierno. Como dibujos en el suelo, como acordes vibrando en la cuerda; una canción en su último segundo, una respiración profunda e intensa. Como mapas de la vida hechos en arena. Como la tensión flexible de una bailarina, siempre a un movimiento de romperse.
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