Ese roce imperceptible, esa imparable caricia de la vida que hace temblar al universo... ¡Renace! '¡Renace en ti, en todas esas cosas que tú eres, y déjate ser el mundo, el trueno, la chispa, el bello ser humano que nunca dejaste de ser!
martes, 8 de marzo de 2011
El viejo que no era de buñuelos
Aquel abuelo parecía haber vivido siempre en su pequeño ático.
Escritor fracasado de novela erótica, excéntrico, amable y extrovertido, acostumbraba a comer castañas asadas sentado en un banco del boulevard en invierno. Cuando hacía frío y le llegaba la inspiración se encendía la pipa, se ponía las pantuflas y la bata, rezongaba por toda la casa hasta encontrar sus viejas gafas y se sentaba a leer el periódico hasta que se le pasara.
Y en las tardes de verano se sentaba frente a su máquina de escribir, con sus teclas suaves y desgastadas, y contaba todo lo que se le pasaba por la cabeza; mientras, se comía un polo de fresa.
Cada cual tiene sus pequeñas cosas, y este abuelo no sería para menos; como suelen decir, más por viejo que por diablo.
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