martes, 8 de marzo de 2011

El viejo que no era de buñuelos



Aquel abuelo parecía haber vivido siempre en su pequeño ático.
Escritor fracasado de novela erótica, excéntrico, amable y extrovertido, acostumbraba a comer castañas asadas sentado en un banco del boulevard en invierno. Cuando hacía frío y le llegaba la inspiración se encendía la pipa, se ponía las pantuflas y la bata, rezongaba por toda la casa hasta encontrar sus viejas gafas y se sentaba a leer el periódico hasta que se le pasara.
Y en las tardes de verano se sentaba frente a su máquina de escribir, con sus teclas suaves y desgastadas, y contaba todo lo que se le pasaba por la cabeza; mientras, se comía un polo de fresa.
Cada cual tiene sus pequeñas cosas, y este abuelo no sería para menos; como suelen decir, más por viejo que por diablo.


No hay comentarios:

Publicar un comentario