
Luca nunca pidió amor.
Solía ir al parque de noche, solo, arropado con su chaqueta de cuero y su aspecto de poeta de café caliente; le gustaba tatuar la corteza de los árboles con frases para ella, su luna, y dejar marcas de cigarrillo señalando el banco donde aquella chica solía sentarse.
Y ella no sabía que Luca nunca le pidió amor.
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