viernes, 22 de enero de 2010

Danza de amantes celestes



Tocar el cielo, y teñirlo de rojo sangre. Tintar las nubes de negro y dejar que lluevan hojas de otoños doradas y escarlatas, brillantes como una luna llena, para que ese sea el escenario.
Una multitud de estrellas danzando juntas y abrazadas, besándose con la desesperación de los que nunca se volverán a ver; se rozan las pieles acariciando humo y sueños efímeros, temblando por cada segundo que el metrónomo les arranca. Nunca se sueltan, nunca quedan solas; cada pareja baila a su son, en su tiempo y con su canción triste, las manos en las cinturas como delicadas cadenas que arden de pasión y deseo. Los ojos brillan, elegantes rubíes como pequeñas gotas de sangre que nunca dejan de mirarse. Y, al terminar la canción, un casto beso en la mejilla. Las bailarinas se marchan, todas de la mano, y dejan el escenario sumido en la oscuridad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario