Yo te quería hablar sobre el fuego, el fuego que brilla en tus manos.
Me siento como una pequeña polilla de papel, de muchos colores, que se acerca a ti.
Antes, me quemaba. Y mejor quemarse, que no ver nunca la luz.
Y ahora, que tus manos me sostienen, estás mucho más tibia que con la vieja oscuridad sobre tus hombros. Calor, sólo de abrazos; color, de verde iris.
El gato pardo, que ya chocó contra la pared, camina agitando la cola. Hacia dónde, eso no lo sabe...
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