martes, 3 de mayo de 2011

Estación, segunda parada: Sin pensar, a lo loco



A veces, sentada en esta misma silla, me pongo a pensar… Si, si, reíros lo que queráis, ¡porque esto es verdad!
A veces, sólo a veces, me pongo a pensar. No sé por qué, hay pocas ocasiones en que me ponga a pensar si digo: “¡Voy a pensar!”
Pero tampoco sabría decir cómo pienso; siempre que lo intento, imagino muchas bolitas con patitas girando unos engranajes de colores y un montón de estanterías con papeles y libros. Sólo espero que ahí dentro haya más orden que en mi habitación… aunque si están igual, creo que entiendo lo que dice mi madre de desorden monumental.
Y bueno… ¿por donde iba? ¡Ah si, pensar, eso era!
Cuando pienso, creo que pongo una cara muy seria, de estas que sólo ponen los mayores al escuchar: “Hablemos de negocios!”. Creo que, si me mirase al espejo mientras pienso, me reiría.
¿Por qué es tan serio esto de pensar?
En realidad, no sé mucho de pensar… sólo me pasa a veces, cuando me da la turuntela. Y a veces son cosas divertidas que me hacen reír, como si alguien me estuviese haciendo cosquillas… pero otras son tristes, que me hacen llorar…
Buah, me he puesto triste. Ahora ya no quiero pensar… igual mañana. ¡Sí, mañana!

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