Ese roce imperceptible, esa imparable caricia de la vida que hace temblar al universo... ¡Renace! '¡Renace en ti, en todas esas cosas que tú eres, y déjate ser el mundo, el trueno, la chispa, el bello ser humano que nunca dejaste de ser!
Y sentada delante de aquella mesa de bar, por la que habían pasado tantas manos, dibujaste una sonrisa en el reflejo de la cucharilla; y yo quise morir ahogada en tu café solo con azúcar, para acompañarte.
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