Te odio.
Te odio, por ese último beso en la estación. Te odio, porque no hubiera subido a ese autobús. Te odio por hacerme sonreír como una idiota cada minuto que pasa. Te odio por tus palabras y tu voz, por tus manos, por tus caricias. Te odio cada vez que pienso en ti.
Te odio, por la única noche en la que no te he echado de menos; por tus risas, por tu respiración, por tu ropa en el suelo, por tu timidez. Te odio por haberme acelerado el corazón, por cambiarme el humor cada dos segundos.
Te odio por saberme yo, por sentirme yo, y por dejarme sentirte. Te odio.
Te odio, te odio, porque odiar es una dependencia, y yo dependo de ti.
Y por eso, porque te odio, te amo más de lo que hubiese imaginado ser capaz.
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