Este gato se quedó sin vidas. Apostó todo al negro, al siete, a la esperanza de que aquella pequeña bola de acero le hubiese hecho caer en la casilla adecuada; siete, como siempre, por ser nada más que siete, por ser seis y el uno, por ser cuatro veces siete, por los siete días y las siete vidas, todas con sus siete mares...
Muchas veces, se puede ver a un gato pardo de manchas vagabundear por los tejados, por los teclados, buscando chimeneas muy altas para poder ver mejor a su estrella.
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