A veces,
siento la dulzura
en mi cuello,
como el tierno brillo
de la guillotina del tiempo
cayendo sobre los recuerdos;
el frío vuelve, inquieto,
de la mano del invierno,
y el otoño muere intenso
a cada nuevo atardecer.
Por los besos
y los versos
incumplidos,
que nunca llegaron a crecer.
¿Dónde vas, otoño?
Que esta no será
la tercera vez
que te marchas
sin hablar.
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