Sentirse como un iglú sin techo en mitad de la playa; apoyarse en la pared solo para reírse con los escalofríos que provoca el hielo al deshacerse bajo tu espalda.
Quiero imaginarme leyendo toda una tarde, con una botella de agua en el suelo, y cambiando a mil y una posturas imposibles y completamente irracionales sin apartar la mirada del libro. Ni siquiera para ir al baño, aunque el iglú tenga goteras por culpa del sol.
No son necesarias ni muchas ni grandes cosas. Solo probar a ver cuáles son las que más sonrisas, suspiros y lágrimas nos sacan.
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