sábado, 23 de enero de 2010

Caos




Porque soy como soy, y no como parezco que soy; por dentro y por fuera soy igual, pero completamente distinta a como me siento. Soy Nada, Nada me siento, de ningún lugar y a ninguna parte; no pertenezco a Nadie, porque Nadie es como me veo. Y tú que me miras, me ves dibujar, me oyes cantar, me escuchas tocar, me sientes abrazarte y hablarte de Nada... ¿me imaginas siendo Nadie?
Nada, Nadie, Caos, la ausencia de todo, un error en el Equilibrio; un pequeño fallo que desbarata el mundo que me rodea y funde las realidades en un confuso montón. Soy Caos, no sé por qué estoy aquí ni por quién.
Y seguiré viviendo, mundo, hasta que una mi Locura y tu Orden en la verdadera realidad.

viernes, 22 de enero de 2010

Danza de amantes celestes



Tocar el cielo, y teñirlo de rojo sangre. Tintar las nubes de negro y dejar que lluevan hojas de otoños doradas y escarlatas, brillantes como una luna llena, para que ese sea el escenario.
Una multitud de estrellas danzando juntas y abrazadas, besándose con la desesperación de los que nunca se volverán a ver; se rozan las pieles acariciando humo y sueños efímeros, temblando por cada segundo que el metrónomo les arranca. Nunca se sueltan, nunca quedan solas; cada pareja baila a su son, en su tiempo y con su canción triste, las manos en las cinturas como delicadas cadenas que arden de pasión y deseo. Los ojos brillan, elegantes rubíes como pequeñas gotas de sangre que nunca dejan de mirarse. Y, al terminar la canción, un casto beso en la mejilla. Las bailarinas se marchan, todas de la mano, y dejan el escenario sumido en la oscuridad.

Trazos

Un lápiz, una hoja cualquiera y un sitio dentro de mi espiritu para dibujar. Un huequecito en el espacio y en el tiempo, desconectar del mundo y... trazar.
Lineas que suben y bajan, formas, pliegues, brillos; carne y piel que, aunque no se pueda tocar, se puede acariciar.
Sombras, luz, sentimientos que rozan levemente mis labios como una suave brisa de papel.
Y cuando todo termina, algo se rompe y lo dejo atrás; incapaz de vivir sin ello, vuelvo una y otra vez a mi mundo de trazos, a mi pozo sin fondo cuya oscuridad es adictiva y que invita a volver cada vez que amanece.

miércoles, 20 de enero de 2010

Hacia delante

Duele.
Guardar un doloroso sentimiento dentro durante mucho tiempo. Tragarse la autocompasión y el orgullo y seguir aguantando, porque si. Porque todo va bien, todo es perfecto.
Y estallar una noche y llorar lo que no se ha llorado durante años.
Duele mucho.
Después, tratar de cambiar. Intentar transformar lo imposible, el agua en luz, tu propia sombra en una cuerda salvadora; buscar un último hilo que tire de ti tras haber perdido el dolor que parecía mantenerte con vida.
Duele hasta matar.
Y encontrarlo. Encontrar que no necesitas hilo, que el mismo dolor que aún sigue ahí no se irá. Comprender que la herida, aunque no cierre, es otra cicatriz; saber que no necesitas nada ni nadie nuevo para sacarte del pozo, porque no lo hay.
Duele mucho.
Ver que se ha cambiado, que se es como se quiere y nadie ha salido perdiendo con el cambio. Darse cuenta de que a veces lo que duele más es aquello que lleva por el camino que se desaba seguir.
Duele.
Y seguir, seguir adelante, cubierto de cicatrices y heridas sin cerrar.

Porque hay gente, entre la que me incluyo, que no puede permitir el dolor ajeno; y, sin embargo, siempre está dispuesta a sufrir con una sonrisa, como si fuese masoquista. Y de eso jamás me arrepentiré.