jueves, 4 de noviembre de 2010

Todos los derechos reservados

Me reservo mi derecho a estar triste y sentirme mal; a ser odiada e incapaz de odiar. Me reservo el derecho y deber de sonreír, el derecho y deber de llorar; me reservo mi necesidad de amar y que me ames, te reservo a tí que eres yo, y mi derecho a ser tu sombra allá donde vayas. Me reservo mi derecho a cuidar de vosotros sin prestarme atención, me reservo mis planes secretos y mi incapacidad de ser como fui ayer. Me reservo tus labios, tu risa, vuestro llanto, su cuerpo, el aire que respiráis; me reservo y pido mi revocación, porque tal y como soy, soy y debo ser. Reservo en mi nombre esta vida que aprendo a vivir, ya que nadie más lo va a hacer por mí.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Adiós, perdices

Todo el mundo habla del final feliz, del banquete con perdices y los cuentos colorados que se suben al tejado. Ese extendido y mitificado "happy ending", tan conocido como difícil de conseguir.
¿Qué hubiese dicho la princesa si se hubiese marchado del lado de su príncipe? ¿Si hubiese caído enamorada de la hermosísima y malvada bruja, y le dejase por ella?
Tal vez no hubiese dicho nada. O hubiese parpadeado dulcemente con sus largas pestañas, esbozado una triste sonrisa y tal vez hubiese dicho algo, un consuelo sin consuelo.

-Adiós, amor mío, mi final feliz; me embarco en pos de mi propia aventura, que sé larga y dolorosa para mí. Sigue adelante, príncipe, y no olvides olvidarme.