sábado, 18 de junio de 2011

Life on display, life out of display



Ella dijo ser poeta de noches frías.
Él, un anónimo pasajero de trenes del recuerdo.
Dicen, mientras callan, que no tienen nada más que decir. La distancia se acorta, inconsciente e inevitablemente. A dos milímetros, justo dos milímetros, las pestañas casi rozándose, los labios esperando y la piel anhelante, ambos se detienen.
Dicen, mientras sonríen al filo de sus bocas, que las palabras que escucha la oscuridad se las traga para siempre; susurran sinsentidos mientras bailan, de aquellos que buscan el corazón y no el cerebro, de los que arrancan escalofríos de lo más profundo del alma.
Si les preguntaras ahora cuál era la canción que sonaba, probablemente responderían que no la estaban escuchando.
El silencio ha hecho un nido entre los ojos de ambos; ninguno tiene intención de romper el hilo, de perderse un solo segundo de la respiración del otro.
Las cabezas parecen inclinarse, se escucha un susurrado “te quiero”; el pelo no deja ver los ojos entrecerrados, en el ángulo perfecto. A dos milímetros.
Los pocos focos encendidos se apagan, el público se levanta y aplaude con pasión mientras el telón se cierra.
Y es entonces, fuera de toda escena, más allá de toda obra, cuando esos dos milímetros desaparecen.



Fotógrafo: Pedro Lasterra. Modelos: Yolanda R. y Damián P.C.

jueves, 16 de junio de 2011

Just let it go

Es un momento perfecto, que sabe a calor y melancolía; a rodar sin sueño entre las sábanas, mordiéndose el labio por todas las cosas que se han dejado pasar.
A todas se les ha sonreído. A todas se les ha querido.
Todas quedan atrás.
Y se queda el miedo, fiel compañero de noches con viento y sin chaqueta; invitado de cenas en silencio, con miradas de mentira y velas consumidas.

domingo, 12 de junio de 2011

El chico que bailaba con las farolas



Luca nunca pidió amor.
Solía ir al parque de noche, solo, arropado con su chaqueta de cuero y su aspecto de poeta de café caliente; le gustaba tatuar la corteza de los árboles con frases para ella, su luna, y dejar marcas de cigarrillo señalando el banco donde aquella chica solía sentarse.
Y ella no sabía que Luca nunca le pidió amor.