lunes, 12 de abril de 2010

Una reflexión



Me siento como un confuso laberinto. Hoy te quiero, mañana también, puede que esta tarde no; me aterran las decisiones y huyo ante los dobles caminos. Soy simple, demasiado, y al mismo tiempo no me comprendo, porque soy tan imprevisible como una tormenta de verano. Me gusta cambiar, pero sólo durante un momento, un fugaz instante; pruebo como es ser diferente y me sabe amargo.
Siento que no encuentro a nadie y voy dando tumbos, saltos, hago piruetas y me caigo de manera ridícula; tropiezo cien veces con la misma piedra hasta que descubro que son mis mentiras pasadas. Yo misma me pongo los obstaculos en el camino.
Me gusta reír por nada y llorar por cualquier cosa, adoro las obsesiones y me confieso masoquista hasta el extremo; sin embargo, el sufrimiento de los demás me espanta. Soy cobarde y con fuerza lo digo; me gusta el miedo pero casi nunca estaré en desacuerdo con nadie. No daré mi opinión si esta puede hacerte daño.
Soy lenta, ver las cosas como son es mi punto débil; pido perdón por todo lo que se escapa a mi entendimiento (que es corto para demasiadas cosas). Veo el mundo a través de un cristal lleno de burbujas, que hacen más atractivas cosas que tal vez no lo son y viceversa; mi gusto es raro, relaciono cosas que no tienen nada que ver y después me río por mi estupidez.
Hago daño porque hablo sin pensar, muchas veces a mi misma; pero, en gran medida, yo misma me doy igual, no suelo pensar en mi. Necesito de los demás para seguir aquí, y, sin embargo, la soledad es mi mayor bien; esos momentos a solas con la imaginación son mi pan cuando estoy hambrienta, mi agua cuando tengo sed.
Mentiré por ti si hace falta, averiguaré como eres antes siquiera de que me conozcas; te observo, te comprendo, asimilo toda la información que puedo y después te digo "hola!"; analizaré tus gestos, tus palabras, tu risa, cada uno de mis días es un estudio completo de la gente que me rodea. Y sin embargo siempre se me escapará lo más importante, lo que los demás verán a simple vista.
Acepto todas las críticas hacia mi; y la mayoría me afectarán, porque serán verdad.
Soy triste, dramática por excelencia, soy romántica pero sin empalagar; me gustan los detalles y para mi la libertad es lo más importante. Pienso que la esperanza y la inocencia son lo último que se debe perder, quiero ser una niña hasta el final. Soy solitaria e independiente, reticente al contacto de verdad pero sensible, como un gato de callejón sin patria ni ley.