jueves, 10 de noviembre de 2011

Noches en las que la luna lee cuentos



Yo solía saber
...o quería creer, no estoy segura,
que era el aire el que cantaba solo;
y las hojas
secas
caían solas por su propio interés.
Y una noche quise creer,
o pude saber, quién sabe,
que la luna canta a veces con el aire,
que le gusta empañar
con vaho
los cristales del autobús;
y escuchar el crujido de las hojas
que caen secas hacia arriba,
ignorando toda ley de gravedad.
Y sentir el vuelo sobre mis labios
de una mariposa
que ha hecho de mi piel su hogar;
y al rozarme,
como una caricia cargada de ternura,
siento un profundo abrazo,
y tu nariz fría
refugiándose en mi cuello.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Para mi yo, de mí misma

Hace poco encontré, entre el caos de mi habitación, dos viejos mp3 que solía escuchar hace unos añitos; y como soy muy nostálgica y hay muchas cosas de las que me olvido, decidí cogerlos y escucharlos en cuanto pudiera.
Y bueno...
Ahora están sonando en mis oídos canciones que casi ni recordaba, y que me están llevando a los tiempos en que me quedaba hasta las cuatro de la mañana escuchando música, todo lo que me permitía la batería del mp3, para evitar pensar en todas las cosas que me iban pasando y que me hacían estar con el ánimo a la altura del betún permanentemente. Supongo que he de aclarar que hace muy poco de eso, apenas dos años o tres.
Y la verdad... ¡es que madre mía, qué dramática podía llegar a ser!
Quiero decir, sigo siendo dramática en muchas cosas; pero con estos acordes estoy dándome cuenta de lo profundo que puede llegar a ser un cambio en una persona, cuando deja de ver el mundo de una manera para disponerse a verlo de otra.
No sé qué fue realmente. Puede que mi adolescencia llegase un puñado de años más tarde que al resto, o puede que alguien me marcase, o... o todo a la vez. Sólo sé que fue uno de los cambios más intensos, dolorosos y hermosos de mi vida.
Pasé de no hablar a reírme por cualquier cosa; de vivir en el más discreto anonimato a hacer el cabra por las calles, sin ningún complejo, con ganas de sacarle sonrisas hasta al más amargado de los que caminan cerca de mí. Pasé de no importarme nada mi ropa a ser un tanto excéntrica; de tener una sola personalidad, excesivamente tímida e introvertida, a tener doce que me gritan al oído y todas a la vez.
Quisiera decir que el cambio fue tan doloroso que no lo volvería a hacer. No, al menos por mi misma. Y también que nunca me arrepentiré de haberlo conseguido.
Porque habré pasado muy malos ratos en estos pocos años, pero he conseguido aprender tantísimas cosas...que ahora realmente estar feliz me cuesta muy poco; distinguí por fin el camino que quería seguir, las ideas que quería tener, y algunas cosas que debía hacer desde hacía mucho.
Y desde entonces, todos los días son cambio. Pequeño, casi inapreciable, pero nunca será insuficiente o insignificante. Cambios grandes, cambios pequeños, cambios confusos, cambios lentos y cambios intensos... pero todos y cada uno, acertados o no, me han vuelto un poco diferente a como era ayer.
Le doy gracias a todo por estos cambios. A todo, y a todos.
¡Si, incluso a ti, yo misma! Fuimos valientes en esos momentos; espero que cuando nos olvidemos de esto y volvamos a deprimirnos leamos esto, porque en esos meses luchamos mucho.
Ahora que toca esforzarse, hay que tener más presente que nunca la meta que queremos conseguir.
¡Vamos!